domingo, 7 de marzo de 2021

LA MENTIRA COMO INDUSTRIA Y ESTRATEGIA EN LA ERA DIGITAL.

 

Derecho a la información veraz

La mentira como industria y estrategia en la era digital.

Por Emelina Fernández Soriano, Juan Torres López | 06/03/2021 | Mentiras y medios

 

La mentira es un arma de destrucción social que esclaviza a los seres humanos, pues puede hacer que actuemos en contra de nuestros intereses y que renunciemos a ser auténticamente libres

El enorme protagonismo que han tenido las mentiras en el mandato de Donald Trump (se le han contabilizado 30.573 en los cuatro años de presidencia) y su masiva circulación a través de las redes sociales pueden llevar a un error importante sobre su verdadera naturaleza, causas y propósitos.

Nos referimos a creer que las ahora llamadas fake news o posverdad son un fenómeno de nuestro tiempo, vinculado a un auge coyuntural de las posiciones políticas extremistas que antes o después desaparecerán, y algo derivado exclusivamente del uso de las nuevas plataformas digitales.

La mentira, el engaño, la difusión de información falsa, de bulos o de dudas malintencionadas son tan antiguas como la humanidad. Y no se trata tan solo de un fenómeno que sea exclusivo de la vida política sino que constituye una auténtica industria puesta al servicio de estrategias comerciales e incluso de los mecanismos más viejos que se conocen para lograr el dominio de unos seres sobre otros. La historia de la comunicación social y de los medios es la de la manipulación informativa y de la decadencia de la verdad.

La larga historia de la mentira en la comunicación social

Falsear la verdad, fabricar noticias, extender bulos y mentir en interés propio a través de los medios de comunicación social ha sido una práctica muy corriente en el último siglo y medio.

La “derrota de la razón” que con tanta brillantez y dolor describió Stefan Zweig, el ascenso del nazismo, o lo que sucedió en España a partir de 1936 no podrían entenderse sin tener presente el papel de los medios como deformadores de la verdad. 

La difusión de noticias falsas y la manipulación de la información se ha utilizado en campañas electorales, en publicidad y en estrategias comerciales, como las que durante años han tratado de ocultar los efectos mortales del tabaco o los costes reales de la sanidad privada. Más recientemente, hemos vivido auténticos procesos de intoxicación comunicativa para ayudar a propagar falsedades sobre hechos o procesos de gran trascendencia: guerra de Irak, 11-M en España, brexit o independencia de Cataluña, entre muchos otros. Por no hablar de la mentira al menudeo que se difunde día a día a través de todo tipo de medios.

Es una evidencia histórica, por tanto, que el engaño y la difusión de falsedades como parte de estrategias para tratar de conseguir determinados objetivos, bien sea de naturaleza política o comercial, no son fenómenos recientes ni casuales sino bien antiguos y deliberados.

Sin embargo, también es un hecho que la difusión de la mentira y el deterioro generalizado de la verdad se están produciendo en los últimos años de una forma más extendida y con consecuencias mucho peores que en épocas anteriores. Pero sería un error, como dijimos, creer que eso se debe solamente a que han cambiado las infraestructuras a través de las cuales fluye la información.

Mentira e ignorancia inducida en la comunicación digital

Es cierto que la proliferación de las nuevas plataformas, redes y artefactos que sirven de medios para producir, almacenar, transmitir y consumir información sin apenas dependencia del tiempo y el espacio y a mucha mayor velocidad, tienen tres efectos principales que facilitan la desinformación y la propagación de mentiras.

En primer lugar, la “balcanización” del sistema de comunicación al generarse miríadas de puntos de emisión y redifusión, periféricos, excéntricos, marginales… pero con gran capacidad de incidencia en amplias zonas o incluso en la totalidad del sistema. Esto hace que, a través de las redes y plataformas, sea más fácil y barato disponer de capacidad para difundir falsedades, bulos o dudas malintencionadas que producen ignorancia e impiden descubrir la verdad. Entre otras cosas, porque –con independencia de que se tenga algún otro tipo de interés político para llevarla cabo– la difusión de información falsa a través de las redes digitales se ha convertido en un negocio muy rentable económicamente (porque se cobra por visualizaciones o reenvíos y los sesgos cognitivos asociados al uso de la red hacen que las informaciones falsas se reenvíen un 70% más que las reales). 

En segundo lugar, la velocidad con que hay que operar en estas plataformas obliga a empaquetar la información de forma mucho más intuitiva y simplificada, con lenguaje menos analítico, más emocional, y vinculado a la experiencia personal y a la opinión que a los hechos y a su análisis objetivo. De este modo, el falseamiento de la verdad se produce más fácilmente y resulta más difícil descubrir la realidad de los hechos.

La intervención de los algoritmos refuerza el sesgo de autoconocimiento que consiste en darle más credibilidad a los datos que ratifican nuestras ideas previas

En tercer lugar, hay que tener en cuenta que los nuevos medios no proporcionan la información limpiamente, o como respuesta directa a la demanda de los receptores, sino a través de algoritmos que previamente determinan el tipo de información que mejor se ajusta a sus perfiles personales. La información que llega a los receptores no es la que se corresponde directa u objetivamente a la demanda que hayan realizado, sino la elaborada o seleccionada “a propósito” por el algoritmo para que pueda ser reconocida más fácil y rápidamente como propia o deseada y sin con la menor reflexión posible.

Así, la intervención de los algoritmos refuerza el sesgo de autoconocimiento que consiste en darle más credibilidad a los datos que ratifican nuestras ideas previas y, por tanto, dificulta que los receptores de información puedan ponerla en duda cuando es falsa. 

Para evitar este y otros sesgos semejantes asociados a la comunicación digital, es decir, para poder discernir sobre lo que es verdad o mentira en la comunicación digital de nuestro tiempo, es preciso que el consumidor de información no solo tenga acceso a ella sino que, además, conozca a la perfección la naturaleza de la infraestructura (del algoritmo) que le permite poseerla, lo que equivale a decir que se encarece la inversión necesaria para descubrir la verdad, haciendo más barato y sencillo propagar falsedades.

Ahora bien, por muy presentes que estén estas circunstancias que abaratan la difusión de la mentira y dificultan y encarecen el descubrimiento de la verdad, a pesar de la abundancia de información y de la pluralidad de fuentes a nuestra disposición, la proliferación de la mentira en nuestro tiempo tiene que ver, en mucha mayor medida, con otras dos circunstancias.

Desigualdad, concentración del poder y desinformación

La primera de ellas es el aumento sin parangón que está registrando la desigualdad en los últimos años. Un fenómeno que necesariamente va unido a la polarización y al aumento de la ya de por sí gran concentración de la propiedad y del poder de decisión no solo en los medios tradicionales de comunicación sino en las nuevas plataformas y también en la economía, las finanzas y la política.
Cuando eso ocurre, para que los de arriba puedan acumular sin descanso privilegios, renta y riqueza a costa, lógicamente, de los de abajo, es imprescindible que estos últimos no sean conscientes de lo que está sucediendo. Quienes disfrutan del poder y de los privilegios necesitan convencer al resto de la población de que no hay alternativa posible a la situación en la que se encuentran y, al mismo tiempo, han de conseguir que quienes afirmen lo contrario no dispongan de capacidad ni poder mediático suficientes para divulgar sus propuestas. Algo que solo se puede conseguir logrando que la población a quien se quiere dominar no perciba la realidad tal cual es e impidiendo que identifique correctamente la naturaleza real de los problemas que le afectan y sus intereses auténticos.

La desigualdad extraordinaria de nuestro tiempo es, al mismo tiempo, la causa y la consecuencia de que la agenda de los medios, lo que se dice en la prensa o en los programas de radio y televisión, lo que se puede hacer o decir o no en las redes… estén cada vez más controlados por un grupo cada vez más reducido de propietarios y editores que se han adueñado del poder omnímodo que permite producir y difundir como verdades las mentiras que les interesan a sus dueños.

Relativismo y debilidad de los mecanismos de contrapoder social

El último fenómeno que a nuestro juicio explica el por qué de la gran decadencia de la verdad que estamos viviendo tiene que ver con el tipo de civilización que ha generado el neoliberalismo.

En las últimas cuatro décadas se ha conseguido forjar una no-sociedad basada en el individualismo, de personas ajenas a su alteridad que viven ajenas a su condición de seres sociales, prácticamente aisladas unas de otras y que socializan, si lo hacen, en grupos virtuales, que solo les pueden proporcionar una confluencia líquida, en el sentido de Zygmunt Bauman, es decir, efímera, incierta, volátil, intangible… en la práctica, completamente irreal.

Eso, por una parte, ha permitido que crezca y se consolide en nuestras sociedades el relativismo que lleva a creer que no existe una verdad objetiva e independiente de nuestra preferencia o percepción subjetiva, que cualquier expresión tiene valor como verdad. Pareciera que el derecho a tener opinión propia se haya sustituido por el de disponer de nuestros propios hechos, de modo que nos estaría permitido definir o percibir la realidad objetiva que nos rodea a nuestro libre albedrío, ajustada a nuestra preferencia. Y, por otra, esa ceguera de la realidad objetiva impide que se puedan generar intereses comunes, resistencias de grupo, contrapoderes frente a los grupos sociales que dominan y utilizan las plataformas y los medios de comunicación social para producir la ignorancia inducida sin la que sería imposible que mantengan sus privilegios.

Estrategias frente a la desinformación y la mentira

Para terminar, hay que preguntarse qué se puede hacer para enfrentarnos a esta especie de Edad de la Mentira en la que se está convirtiendo la era digital que cabalga a lomos de los viejos productores de la desinformación que ahora disponen de más poder mediático, financiero y político que nunca. A nuestro juicio, cabe avanzar por tres grandes líneas de actuación.

La primera y sin la cual nada se podrá hacer para hacer que el respeto a la verdad prevalezca en nuestras sociedades es combatir la desigualdad, distribuir más justamente la riqueza, fortalecer la democracia e impedir que la propiedad de los medios que los seres humanos necesitamos tener a nuestro alcance para vivir en libertad se concentre en tan pocas manos como ahora.

La segunda debería encaminarse a procurar que nuestras sociedades den valor a la verdad.

Más en concreto, para poder combatir la desinformación y la mentira es imprescindible reconocer que las sociedades no pueden desarrollarse en paz y quizá ni siquiera sobrevivir tolerando la indiferencia entre lo verdadero y lo falso. Hay que entender y asumir que la mínima cohesión que precisa una sociedad libre y democrática sólo se puede conseguir compartiendo un concepto de verdad respetado generalizadamente. Y que la mentira, por el contrario, es un arma de destrucción social que esclaviza a los seres humanos, pues puede hacer que actuemos en contra de nuestros intereses y que renunciemos a ser auténticamente libres. De hecho, esta utilidad de la mentira es lo que explica que se produzca y difunda estratégica y deliberadamente a través del sistema de comunicación social, cuando unos grupos de población más poderosos tratan de dominar al resto de la población.

Se ha conseguido forjar una no-sociedad basada en el individualismo, de personas ajenas a su alteridad que viven ajenas a su condición de seres sociales

El corolario de estos principios tan elementales pero en la práctica olvidados hoy día es que la verdad, el reflejo del hecho objetivo, tiene un valor intrínseco para la sociedad, para la convivencia y el bienestar de los seres humanos, para el sostenimiento de la vida y que, por tanto, debe ser protegida con la mayor firmeza posible y con eficacia.

La tercera vía de actuación podríamos describirla como consistente en aumentar el precio, hoy día tan bajo, que se paga por mentir.

Tal y como se puede deducir de lo que venimos exponiendo, es difícil evitar la producción de mentiras y su difusión pero sí se puede exigir responsabilidad a quienes las lleven a cabo, hacerles pagar por ello y, además, mejorar las capacidades para distinguir entre lo verdadero y lo falso, utilizando cuatro grandes tipos de instrumentos.

El más importante de ellos es la educación integral y la alfabetización mediática.

No hay mejor defensa contra la mentira que la formación, el aprendizaje del pensamiento crítico y la alfabetización que permita conocer el funcionamiento de los medios y las servidumbres de las nuevas plataformas, la socialización en valores ciudadanos y el cultivo de la reflexión, del debate en condiciones de igualdad y de la duda que es, como dijo Francis Bacon, la escuela de la verdad.

Otro instrumento fundamental es el desarrollo y la utilización de herramientas contra la desinformación que permiten detectar los mensajes fraudulentos, los bots maliciosos (programas automatizados que simulan comportamientos humanos); establecer baremos de puntuación de credibilidad; seguir los flujos de desinformación; verificar la información para denunciar la falsa; elaborar listas blancas con fuentes de información confiables y otras de no verificadas o denunciables… por poner tan solo algunos ejemplos. 

El tercero, la promoción del periodismo y de los medios independientes y plurales que son los que pueden tratar y proporcionar la información sin la esclavitud que supone estar al servicio o ser propiedad de los grandes grupos mediáticos, económicos, financieros o políticos.

Finalmente, hay que tener en cuenta que el desequilibrio entre el poder de los diferentes sujetos del sistema de mediación social es tan grande que resultará imposible evitar que los más poderosos puedan producir y difundir desinformación sin que exista un poder regulador superior que, por definición, no puede ser sino el que cuente con la legitimación del sistema democrático.

Para reconocer y defender la verdad es imprescindible una regulación estricta, rigurosa, basada en el mejor conocimiento posible de cómo funciona la maquinaria de la mentira en nuestro tiempo, que facilite la persecución y sancione la falsedad sin ningún tipo de complejo, asumiendo que la verdad existe y que es imprescindible que esté protegida. Pero sin equivocarse sobre el mal que se quiere combatir ni confundir al responsable del daño que causa; es decir, sin producir más lesión a la democracia y la libertad de la que tratara de evitar, como sucede cuando se recurre a la censura o se culpabiliza a los aparatos y no a las personas que los utilizan para difundir la mentira. A quien hay que perseguir y penalizar es a quien produce desinformación y a quien, por cualquier vía, se beneficia de crearla o distribuirla.

Se trata, en fin, de respetar, por un lado, un principio elemental: los hechos son sagrados, las opiniones libres. Y, por otro lado, de algo que no se puede considerar ni muy exagerado, ni radical: simplemente, garantizar que se haga realidad un derecho reconocido en el artículo 20 de nuestra Constitución: el de “comunicar y recibir libremente información veraz”.

Emelina Fernández Soriano es doctora en Comunicación Audiovisual y expresidenta del Consejo Audiovisual de Andalucía.

Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

Fuente: https://ctxt.es/es/20210301/Firmas/35154/Emelina-Fernandez-Juan-Torres-fake-news-mentiras-internet-propaganda-destruccion-social.htm

 

jueves, 1 de octubre de 2020

LA ENFERMEDAD DE AYUSO.

 Por Antonio Maestre.

01/10/2020


"Sus comparecencias hacen comprender que algo no va bien dentro de la presidenta. Ojos perdidos, palabras inconexas, gestos desencajados"...

 

Es difícil no sentir empatía con quienes sienten rechazo hacia todo lo que políticamente representa Madrid. La capital es una sublimación de la ambición, el desprecio y la soberbia que alcanzan un nivel superior cuando es Isabel Díaz Ayuso la que representa a los madrileños. Una inepta cegada por el fanatismo que se siente concernida por un mandato divino en su lucha contra el socialcomunismo y en pos de la libertad. Pero dirigida, por Pablo Casado y Miguel Ángel Rodríguez. Porque Ayuso es demasiado pusilánime y limitada para que la estrategia de incendiar España usando la vida de los madrileños haya salido de su escaso conocimiento.

Pablo Casado sabe que está políticamente muerto y ha decidido jugar con la vida de los españoles utilizando a una persona con las capacidades limitadas como Ayuso, algo muy visible cada vez que habla, para intentar sobrevivir un tiempo más. Los madrileños moriremos antes con la estrategia de tierra quemada pero el incendio se extenderá al resto de España. Casado usa a una persona con graves problemas cognitivos para mantener su poder de forma negligente. Una persona con graves limitaciones que ha enfermado es la encargada de comandar su política de acoso y derribo al gobierno de la nación.

El síndrome de Hibris suele afectar a los que el poder ha cegado y la locura y desmesura guían su proceder, se sienten llamados por un mandato superior que los mortales no son capaces de comprender y por eso su actuación es incomprendida por los infraseres. Una enfermedad que les lleva a actuar no por el bien común sino con el único objetivo de glorificarse y mejorar su posición personal. La denominada enfermedad del poder ha afectado de manera inquietante a Isabel Díaz Ayuso en tan solo un año. Sus comparecencias hacen comprender que algo no va bien dentro de la presidenta. Ojos perdidos, palabras inconexas, gestos desencajados. Da miedo.

El síndrome de Hibris tiene varias características que ayudan a diagnosticar a quien tiene esta patología. Una preocupación desmedida por la propia imagen y la estética. La confusión entre el yo y la nación, porque Ayuso es Madrid, que es España en España. Una excesiva confianza en sí misma, algo verdaderamente llamativo cuando encima es notoria su incapacidad hasta para hilar una frase. Un desprecio hacia los demás, que Ayuso muestra cada vez que se dirige a todo aquel que no le sigue en su integrismo ideológico. Pérdida de contacto con la realidad, esta característica no hace falta concretarla cuando en Madrid están muriendo a cientos y Ayuso sigue jugando al relato para ver cuánto tiempo aguanta el pulso a Pedro Sánchez. Una obsesiva recurrencia a la imprudencia y las acciones impulsivas. Desobedecer una orden ministerial que busca reducir el riesgo de contagio de un virus que ha acabado con la vida de miles de españoles es la obra culmen de una persona enferma. Porque Ayuso lo está.

ISABEL DÍAZ AYUSO SE DECLARA EN REBELDÍA

 Por Olga Rodríguez.  

30 de septiembre de 2020


El PP de Madrid desliza un mensaje que contrapone la economía a la salud, como si fueran dos asuntos desvinculados y enfrentados. La realidad es otra: No habrá mejora sólida en la economía madrileña si no se cuida la sanidad públic.


 A la vista de sus movimientos, el Gobierno de Ayuso parece empeñado en evitar el confinamiento de los barrios y municipios ricos de Madrid, aún a riesgo de seguir contribuyendo al aumento de contagios en toda la región. Solo así se explica el juego que ha seguido estos días, a modo de dónde está la bolita, con una clara prioridad: tener conflicto y ganarlo, evitando impulsar un confinamiento que le suponga impopularidad en determinados sectores, contribuyendo posiblemente a que el apoyo social a las medidas de prevención disminuya y mostrando que no quiere acatar decisiones del Gobierno central, aunque eso suponga evadir la responsabilidad de adoptar un pacto y las medidas necesarias para doblegar la curva de contagios.  

 

Tras diversos intentos de diálogo y negociación, el Gobierno de Sánchez ha recurrido al Consejo Interterritorial de Salud, donde las comunidades autónomas han aprobado el plan del ministerio de Sanidad que supone, entre otras cosas, el confinamiento de aquellas áreas con más de quinientos contagios por cada cien mil habitantes, lo que en la práctica implica confinar diez ciudades, todas ellas pertenecientes a la Comunidad de Madrid. El plan ha tenido los votos en contra de Galicia, Madrid, Andalucía y Catalunya, la abstención de Murcia y los votos a favor del resto, incluida Castilla y León, con gobierno de coalición PP–Ciudadanos. El Gobierno madrileño ha reaccionado afirmando que semejante decisión carece de validez jurídica y ha amenazado con incumplir la orden.

Expertos de todo signo están de acuerdo en que es preciso actuar ya para evitar que las infecciones aumenten aún más, pero los dirigentes de Madrid, la región con más casos por habitante de toda Europa, pretenden otros planes. Primero pidieron ayuda al Gobierno central, con el que compartieron rueda de prensa, después tensaron la cuerda, más tarde dijeron aceptar un preacuerdo y veinticuatro horas después, este miércoles, anunciaban que no estaban de acuerdo con el principio de acuerdo que habían aceptado. Aun así en Twitter el vicepresidente y portavoz Ignacio Aguado, de Ciudadanos, seguía manteniendo como tuit fijado –es decir, priorizado para que sea el primero que se vea– su mensaje del día anterior: 

"Satisfecho por haber alcanzado un principio de acuerdo con el Gobierno de España para abordar de forma conjunta la batalla contra el virus. Espero que se ratifique en el Consejo Interterritorial. El diálogo da resultado. La unidad salva vidas y empleos". 

Pero no hubo ni unidad ni abordaje conjunto. Su Gobierno, el de Madrid, no solo no ratificaba el acuerdo en el Consejo Interterritorial de Salud, sino que votaba en contra.

Nada de esto se entiende sin ser conscientes plenamente de la naturaleza del PP madrileño, de Ayuso y de su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez –conocido también como MAR– curtido en batallas como mano derecha de José María Aznar cuando éste era presidente del Gobierno español. Hoy en día Aznar es presidente de la Fundación FAES, que precisamente este miércoles señalaba "el valor simbólico" que tiene que "un catalán socialista" como el ministro Illa "amenace con cerrar Madrid".

Decía Oscar Wilde que no conviene discutir con un idiota porque éste te hará descender a su nivel, y en el fango los idiotas siempre tienen más experiencia. En un contexto de pandemia el Gobierno de Madrid ha planteado conflicto con el objetivo de que haya revolcón en el barro, para que desde fuera no se distinga si en medio de la confusión hay quien intenta el diálogo.

El empeño del PP madrileño por saquear lo público viene de lejos, con años de recortes, y está por encima de las exigencias científicas actuales para paliar los efectos de la COVID-19. Con sus políticas ha segregado los barrios con menos renta per cápita, dejando fuera del confinamiento las áreas más adineradas. A pesar de las evidencias, no ha contratado los rastreadores necesarios. Faltan docentes y personal sanitario. Tampoco ha fortalecido la red de metro.

Sus prioridades son otras. Siguiendo su línea de favorecer al sector privado y la especulación urbanística, este jueves pretende aprobar una reforma de la ley del suelo, sin debate ni posibilidad de enmiendas, que suprimirá buena parte de las licencias, algo que han criticado diversos ayuntamientos, asociaciones vecinales, sindicatos, colectivos ecologistas y agrupaciones de la oposición política regional.

El PP de Madrid desliza entre líneas un mensaje falaz que contrapone la economía a la salud, como si fueran dos asuntos desvinculados y enfrentados. En el mundo de la diplomacia internacional es bien sabido que hay actores que solo están dispuestos a negociar con voluntad cuando el precio de no tener paz les resulta más alto que el de tenerla. He aquí la cuestión de los días de atrás: Cómo hacer entender al Gobierno de Ayuso que no habrá a medio plazo una mejora sólida de la economía madrileña si no se cuida la salud de todos. 

Ahora queda por comprobar si al Ejecutivo de Madrid, como amagó anoche, le parece más conveniente el precio de incumplir una orden ministerial que el coste de acatarla. El hecho de que su consejero de Sanidad haya acusado al Gobierno central de tener prisa por "intervenir Madrid, no por combatir el virus", empleando ese término -intervención- indica que existe en sus filas la tentación de plantear el conflicto como un problema territorial.

Los barrios del sur, mientras tanto, siguen reivindicándose. Por segundo jueves consecutivo, las áreas de Madrid afectadas por la segregación saldrán a la calle para decir "no al confinamiento de clase" y para pedir los recursos sanitarios que las autoridades madrileñas les están negando.

jueves, 17 de septiembre de 2020

¡SAQUEN A LA EXTREMA DERECHA DE LAS INSTITUCIONES!

 Publicado en CTXT el 16/09/2020

''Las barbaridades que ha soltado en estos dos años Pablo Casado han convertido a un partido que se reivindica como 'moderado' (sic!) en la marca blanca de Vox''. Esto pensamos de Ayus.

 


El peligro de pactar con la extrema derecha es que un día te levantas diciendo cosas de extrema derecha. En CTXT lo teníamos claro y no paramos de avisar al respecto. Las últimas declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, son una prueba más de la deriva neofascista del PP. No se trata de un caso aislado: las barbaridades que ha soltado en estos dos años Pablo Casado han convertido a un partido que se reivindica como “moderado” (sic!) en la marca blanca de Vox.

Culpar al “modo de vida” de los inmigrantes de la subida de contagios en Madrid, como hizo el 15 de septiembre Díaz Ayuso, no es únicamente una salvajada xenófoba que no se sustenta en ningún estudio científico. No cabe duda de que es un intento más de desviar la atención de la pésima gestión de la crisis que está haciendo la presidenta madrileña. Una gestión, cabe repetirlo, que está poniendo en riesgo la salud y la vida de millones de madrileños. Sin embargo, es algo más: es la prueba fehaciente de que el PP ha adoptado los recursos retóricos y las ideas-fuerza de la ultraderecha global. Ya con total naturalidad. Sin disimulo ni pudor alguno.

Las palabras de Ayuso, que recuerdan mucho a las que pronunció en su día Manuel Valls sobre los gitanos, podrían haber sido dichas por Abascal, Trump, Bolsonaro, Orbán o Salvini. Detectar un enemigo débil, señalarlo, culpabilizarlo: esto es lo que hace la ultraderecha. Y era lo que hacía también el fascismo hace casi un siglo. Entonces eran los judíos, los gitanos y los rojos, ahora son los migrantes, los pobres, los nacionalistas periféricos... Cabe recordar que en el auge de la extrema derecha y en la ultraderechización de partidos de la derecha tradicional, como es el caso del PP, han contribuido, y mucho, los medios de comunicación, que han naturalizado a los nuevos fascistas como una opción más. Ahora sirve de poco verter lágrimas de cocodrilo: todos tienen su parte de responsabilidad. Que las asuman.

CTXT siempre defendió el cordón sanitario para evitar que la extrema derecha entrase en las instituciones. Ni el PP ni Ciudadanos, interesados solo en conservar o tocar poder para seguir con su gestión ultraliberal de siempre, escucharon estos avisos. De la postura del PP, en realidad, no podemos extrañarnos. El grupo salvaje liderado por Abascal es la marca parda del PP: sus principales impulsores en la sombra son José María Aznar, Eduardo Serra y Rafael Bardají. Lo de Ciudadanos, un partido que es miembro de los liberales europeos junto a Macron, resulta más difícil de entender. Pero el partido favorito del IBEX-35 tiene aún la posibilidad de volver sobre sus pasos, empezando por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Los grandes empresarios y el PSOE, como partido de Gobierno, deben presionar a Ciudadanos para que rompa sus pactos con Vox y abandone la senda del odio. Si realmente quieren defender sus intereses particulares y el interés general, no pueden aceptar que las instituciones democráticas estén en manos de la extrema derecha. Aquí nos jugamos mucho más que un puñado de contratos públicos o un punto más o menos de beneficios trimestrales; nos jugamos la convivencia, el Estado de Derecho y la democracia. Hoy más que nunca, la única política posible es desalojar a los fascistas y sus cómplices de las instituciones.

 

martes, 7 de julio de 2020

Juan Carlos I encargó en Zarzuela "crear una estructura" para ocultar a Hacienda 100 millones de dólares

"El rey no estaba cómodo con la cuenta en Suiza... era una bomba de relojería", sostiene su gestor ante el fiscal suizo, quien sospecha que el dinero pudo ser una comisión por la adjudicación a empresas españolas del AVE a La Meca. 

Recopilación de TWITTER sobre el tema:

Corinna Larsen ha declarado ante la justicia suiza que Juan Carlos I le dio 65 millones de euros por "gratitud"

Para que lo entiendanlos fachas: con ese dinero se puede comprar 108 casas, como las de Pablo Iglesia e Irene Montero en Galapagar.










A propósito de la defensa del periodismo a Vicente Vallés. El nivel del periodismo es penoso. (IV)


RECOPILACIÓN DE TWITTER: